M. A. Balsells
Butlletí d’Inf@ncia nº 73, 2013.
Traducc. del catalán:
El centro es el niño, el foco es la familia: trabajando las competencias parentales.
La
complejidad de la intervención en familias en el marco de la protección de la
infancia, requiere pensar constantemente nuevas fórmulas profesionales que
ayuden la familia biológica –padres e hijos– a mejorar su calidad de vida.
Hasta ahora se ha hecho un
esfuerzo importante para reconocer e identificar indicadores y
factores de riesgo de las situaciones de maltrato, negligencia o abuso, así
como aquellos aspectos contextuales como por ejemplo la situación económica,
laboral o de integración social que se relacionan con las situaciones de
vulnerabilidad y de riesgo social. Este conocimiento ha servido para
desarrollar fórmulas profesionales que se han centrado a cubrir las necesidades
de la infancia(mejorar su salud, su educación, su estabilidad emocional, su
autoestima...) y a prevenir y actuar ante las diferentes dificultades
personales, sociales y laborales de los padres y de las madres(aumentar el
nivel de ingresos, hacer modificaciones en la vivienda, incorporar apoyos
sociales al funcionamiento familiar, superar toxicomanías, restablecer la
estabilidad familiar...).
La
entrevista, la visita a domicilio, la terapia familiar, el asesoramiento y el
seguimiento son ejemplos muy claros de las estrategias que se utilizan en el
trabajo con familias en este marco de
prevención y protección de la infancia.
Pero la cuestión que queremos desarrollar en este artículo, es si esto es suficiente o si, por el contrario, podemos continuar avanzando en el trabajo con estas familias: podemos encontrar nuevas fórmulas y nuevas áreas de acción profesional?
Pero la cuestión que queremos desarrollar en este artículo, es si esto es suficiente o si, por el contrario, podemos continuar avanzando en el trabajo con estas familias: podemos encontrar nuevas fórmulas y nuevas áreas de acción profesional?
Las competencias parentales
La preservación familiar, las capacidades parentales, la promoción de las competencias o el refuerzo de las potencialidades familiares son conceptos que empiezan a ser conocidos por la comunidad profesional y científica. Todos son termas que parecen estar alineados con nuestro interrogante y que hacen énfasis en la mirada hacia el “como lo hacen“ y lo “qué hacen” los padres y las madres para atender las necesidades de sus hijos en los contextos de riesgo y vulnerabilidad en que viven.
La preservación familiar, las capacidades parentales, la promoción de las competencias o el refuerzo de las potencialidades familiares son conceptos que empiezan a ser conocidos por la comunidad profesional y científica. Todos son termas que parecen estar alineados con nuestro interrogante y que hacen énfasis en la mirada hacia el “como lo hacen“ y lo “qué hacen” los padres y las madres para atender las necesidades de sus hijos en los contextos de riesgo y vulnerabilidad en que viven.
El
modelo ecológico-evolutivo del desarrollo de la familia permite analizar estas
situaciones ampliando nuestra perspectiva y situando las capacidades de los
padres y de las madres para tener cura de sus hijos e interaccionar con ellos
en el foco de la intervención profesional. Este enfoque permite valorar el
ejercicio de las competencias parentales para tomar decisiones sobre si un
menor tiene que permanecer al hogar o se tiene que aplicar una medida de
protección y separación. Del mismo modo, evaluar una familia, desde el punto de
vista de su capacidad para hacerse cargo de sus hijos, hace poner una atención
a sus competencias y no simplemente analizar cuáles son sus debilidades y
factores de riesgo. La identificación de áreas de competencia y aspectos
positivos constituye un paso previo a su fomento y potenciación en la intervención
que se lleva a cabo con estas familias, que ven así que se aprecian aquellos
aspectos el funcionamiento de las cuales es más adecuado o parece tener más
potencia (Amorós, Balsells, Fuentes-Pelaez, Pastor, Molina, Mateos, 2010;
Rodrigo, Martin, Cabrera, Maiquez, 2009.).
Un
ejemplo de como el modelo ecológico-evolutivo de la familia puede ser la
columna vertebral de un modelo de intervención en familias e infancia es el Framework for the Assessment of Children in needandtheir famílies (Department of Health, 2000); se trata de la propuesta
anglosajona que establece desde este marco conceptual un referente para la
valoración y la toma de decisiones del Sistema de protección de la infancia;
ofrece una manera sistemática por analizar, comprender y recopilar el que está
sucediendo a los niños y jóvenes dentro de sus familias y del contexto más
amplio de la comunidad en que viven. Se centra en un conocimiento de las
necesidades de desarrollo de los niños, la capacidad de los padres o cuidadores
para responder adecuadamente a estas necesidades y el impacto de la familia
extensa y los factores ambientales sobre la capacidad del padres y niños.
Evalúa tres áreas:
a)
las necesidades de desarrollo de los niños (salud, educación, desarrollo emocional
y de comportamiento, identidad, familia, representación social y autonomía),
b)
las competencias parentales (atención básica, seguridad, calidez emocional,
estimulación, límites y estabilidad), y
c) los factores ambientales y familiares (historia familiar,
familia extensa, vivienda, ocupación, ingresos, integración social y recursos
de la comunidad).
Y del
mismo modo que este modelo nos ayuda valorar por igual los tres niveles –
contexto, necesidades del niños y competencias parentales–, también nos invita
a orientar las acciones profesionales hacia la adquisición de habilidades para
lograr un rol parental adecuado ante los hijos: establecer normas y límites,
traer los hijos a la escuela, proporcionarlos una alimentación adecuada, darlos
seguridad emocional, establecer un clima afectivo y de comunicación...
De
hecho, el Consejo de Europa, consciente de la importancia de la familia y del
buen desempeño de las responsabilidades parentales, ha promovido la Recomendación Reguera
(2006) sobre políticas de apoyo al ejercicio positivo de la parentalidad. La parentalidad
positiva se refiere "al comportamiento de los padres fundamentado en el
interés superior del niño, que tiene cura, desarrolla sus capacidades, no es
violento y ofrece reconocimiento y orientación que incluyen el establecimiento
de límites para permitir su pleno desarrollo". El ejercicio de la parentalidad
positiva se basa en los principios rectores siguientes, que tienen que inspirar
el desempeño de la tarea educadora (Rodrigo, Máiquez y Martín , 2009):
-
Vínculos afectivos cálidos, protectores y
estables porque los hijos se sientan aceptados y estimados. Esto supone el
fortalecimiento continuado de los vínculos familiares a lo largo del
desarrollo, y modifica las maneras de manifestación del afecto con la edad.
-
En torno estructurado, que proporciona un modelo,
una guía y una supervisión porque los hijos aprendan las normas y los valores.
Esto supone el establecimiento de rutinas y hábitos para la organización de las
actividades cotidianas donde se llevan a cabo estos aprendizajes.
-
Estimulación y apoyo al aprendizaje cotidiano y
escolar para el fomento de la motivación y de sus capacidades. Esto supone
observar las características y las habilidades de los niños, estimularlos y
apoyarlos en sus aprendizajes, así como tener en cuenta sus adelantos y sus éxitos. (Amorós, 2000).
-
Reconocimiento del valor de los hijos, mostrar
interés por su mundo, dar validez a sus experiencias, implicarse en sus
preocupaciones, responder a sus necesidades, que supone considerar las personas
a las que tenemos que comprender y tener en cuenta sus puntos de vista porque
vayan tomando parte activa y responsable en las decisiones de la familia.
-
Capacitación de los hijos, hacerlos percibir que
son agentes activos, competentes y capaces de tener impacto sobre las
situaciones e influir sobre los otros. Por eso se recomienda crear a la familia
espacios de boy escout,
interpretación y reflexión de los mensajes de la escuela, los iguales, la comunidad,
el mundo del ocio y los medios.
-
Educación sin violencia, que excluye toda forma
de castigo físico o psicológico degradante, porque se considera que constituyen
una violación del derecho de los hijos, con respecto de su integridad física y
su dignidad humana, y porque impulsa a la imitación de modelos inadecuados de
relación interpersonal y los hace vulnerables ante una relación de dominación
impuesta por la fuerza.
Metodologías grupales para la enseñanza y
el aprendizaje de competencias parentales.
El
aprendizaje grupal es una de las estrategias que está demostrando más eficacia
y eficiencia en la enseñanza y el aprendizaje de competencias parentales en
familias en riesgo y alto riesgo social.
Estos
programas de apoyo grupal son especialmente adecuados para fomentar la parentalidad
positiva, puesto que consiguen enseñar estrategias efectivas para afrontar los
problemas cotidianos que produce la situación en la cual están involucrados,
favorece el análisis de las propias actitudes y permite contrastarlas con las
otros personas en situación similar, y, finalmente, ayuda a hacer que padres e
hijos comprendan las diferentes perspectivas en que se puede analizar una
situación.
Hay
que diferenciar de esta metodología grupal
otros tipos de encuentros de padres y madres que persiguen otros objetivos,
como por ejemplo los grupos de autoayuda, las escuelas de padres donde se hacen
charlas y conferencias o los grupos terapéuticos.
La
metodología grupal a través de los grupos de apoyo, enfocada a la enseñanza y
el aprendizaje de competencias parentales, requiere un programa diseñado que
tenga en cuenta tres aspectos clave: aprendizaje grupal, perspectiva holística
y rol del profesional:
- El aprendizaje grupal consiste a estimular la participación activa de las personas que participan en el grupo a través de dinámicas adecuadas a la competencia que se quiere trabajar; justo es decir que, cuando un padre o una madre forma parte de este grupo, ya está ejerciendo su rol parental. Por lo tanto, ya se está enfrentando a la tarea de educar y se sitúa ante el grupo con unos conocimientos previos que hay que reutilizar o redefinir. Por lo tanto, resulta más efectivo que la metodología sitúe la persona no como un objeto de enseñanza a quien hay que transmitir una serie de contenidos, sino como un sujeto de aprendizaje y de enseñanza. Así, el aprendizaje grupal ayuda a hacer que los participantes reflexionen sobre sus prácticas educativas y que se comprometan en un proceso de cambio y mejora de sus competencias. La clave está a escoger técnicas y dinámicas de grupo sistemáticas, estructuradas y adecuadas para fomentar la participación, el análisis, la reflexión, así como para dar la oportunidad que compartan las vivencias entre los componentes del grupo. Es decir, que los permita analizar las propias experiencias y poder contrastarlas con las otros personas en situación similar. Algunas técnicas de eficacia demostrada con familias en riesgo y alto riesgo social son, por ejemplo, la lluvia de ideas, los diálogos simultáneos, el estudio de casos con apoyo audiovisual, el role playing, la fantasía guiada o la escultura.
2. Perspectiva holística: un proceso de
aprendizaje de competencias parentales se produce en tres niveles diferentes: el
cognitivo, el afectivo y el comportamental. Por lo tanto, el programa tiene que
promover el desarrollo en tres dimensiones:
-
Dimensión emocional para ayudar a manejar las emociones en
aspectos como por ejemplo la disposición a aceptar el propio rol parental,
mostrar respeto hacia los hijos, sus intereses y sus disparos...
-
Dimensión comportamental por medio del desarrollo de
habilidades que permitan afrontar de manera competente la comunicación con los
hijos, el establecimiento de normas, valores y límites para crear un entorno
estable y estructurado, o para tener una mejor relación con el entorno escolar
de los hijos.
-
Dimensión cognitiva que facilite más comprensión y más
conocimiento de los aspectos relacionados con el proceso de crecimiento de los
hijos y sus implicaciones, de los recursos del medio que pueden ayudar en la
crianza de los hijos...
3. Rol del profesional: el tercer aspecto fundamental para el desarrollo de
estos grupos es el rol que tiene que hacer el profesional; no se trata de
asumir el papel de experto o de profesor, sino que tiene que desarrollar las
tareas propias de un dinamizador de grupos. Su función principal es fomentar el
aprendizaje grupal a través de dinámicas, hacer de guía y equilibrar la
participación de todo el mundo. Se tiene que esforzar a escuchar todas las
personas del grupo, en su comunicación verbal y no verbal, con respecto de las
diferencias necesarias ante grupos con gente de orígenes y trayectorias
diferentes. Para el buen desarrollo de la dinámica del grupo, el profesional
tiene que ser especialmente habilidoso para crear un ambiente de confianza y
una relación basada en la colaboración y la cooperación y no basada en una
relación profesor-alumno. La creación de este clima es fundamental para
asegurar la asistencia continuada de los participantes, puesto que acaba para
proporcionarlos una red de relaciones sociales no asequible fácilmente de otro
modo. Esto da un valor añadido a esta metodología, puesto que ayuda a reducir
el aislamiento social y proporciona seguridad y consolidación ante los
sentimientos, hace sentirse parte de un colectivo con los mismos intereses,
deseos, necesidades y expectativas.
Metodologías individualizadas hacia la
planificación conjunta, el partenariado y
la participación.
Si las metodologías grupales son demostradas como eficaces para la enseñanza-aprendizaje de competencias parentales, las metodologías que se orientan a las intervenciones individualizadas son igualmente necesarias.
Si las metodologías grupales son demostradas como eficaces para la enseñanza-aprendizaje de competencias parentales, las metodologías que se orientan a las intervenciones individualizadas son igualmente necesarias.
Justo
es decir, pero, que en este nivel también se está avanzando en un trabajo en
familias que permita un buen abordaje del trabajo de competencias. Un elemento
muy importante porque padres, madres e hijos introduzcan cambios en las
dinámicas familiares para la mejora de las competencias, es conseguir su
colaboración en todo el proceso, que consta de la evaluación, la planificación
y la intervención.
El
interés, la motivación, la implicación y la participación de las familias son
condiciones del todo necesarias para llevar a cabo un aprendizaje de
competencias parentales con éxito. Por lo tanto, es importante reconocer la
responsabilidad de los padres y sus hijos para implicarlos, desde el primer momento,
en la toma de decisiones sobre los objetivos a lograr, el plan de intervención
y las maneras de evaluar (Balsells, 2005, 2007). Actualmente se está
produciendo un cambio en la perspectiva con la cual se trabaja en los sistemas
de protección a la infancia, y se otorga un papel más activo a los miembros de
la familia y otros agentes relacionados con el bienestar del niño. Implicar los
padres y sus hijos en la toma de decisiones que los afectan acostumbra a
garantizar resultados más positivos y satisfactorios que cuando las decisiones
las toman exclusivamente los profesionales. Trabajar desde esta perspectiva
supone compartir los supuestos siguientes (Burford y Hudson, 2002):
-
Las familias tienen derecho a participar en las
decisiones que los afectan: se los tiene que apoyar a fin de que encuentren la
solución en sus propios problemas.
-
Las familias son competentes para tomar
decisiones siempre que tengan la información y el apoyo necesario: se tiene que
buscar activamente la colaboración y el liderazgo de los grupos familiares en
la elaboración y la implementación de planes que apoyen a la seguridad, la
permanencia y el bienestar de sus hijos.
-
Las decisiones tomadas dentro de la familia
tienen más probabilidad de éxito que las impuestas por agentes externos. La
participación directa de la familia funciona mejor para resolver los problemas
que los esfuerzos de los profesionales, puesto que cuando los implicados pueden
tomar decisiones en aquello que los afecta son más propensos a colaborar y
traer las acciones a término y obtienen mejores resultados.
Desde
esta óptica, hacen falta estrategias profesionales que permitan hacer realidad
una cuestión tan complicada. La utilización de recursos con apoyo material y
visual en las entrevistas con las familias puede ser un camino para hacer una
aproximación participativa a las competencias parentales, puesto que es un
apoyo que puede favorecer la participación y el diálogo entre los niños, los
padres y los profesionales. Se trata de buscar activamente la participación de
las familias para evaluar sus competencias parentales, para planificar
conjuntamente el plan de trabajo y para poner en práctica los compromisos.
Plantear la entrevista como una sesión de plena participación de los niños y
sus familias, incluso de personas de su red social, para realizar un trabajo de partenariado y concertación a lo largo
de todo el proceso, es una estrategia que permite llevar a la práctica la
participación.
Encontramos
dos propuestas internacionales –Italia y Canadá - que están desarrollando estas
estrategias; para hacerlo, se han inspirado en el modelo Framework, pero han hecho una aproximación constructivista y
participativa de la valoración, la planificación y el trabajo. La experiencia
italiana es el “Programa de intervención para la prevención de la
institucionalización” (PIPPI) impulsado por la Dirección general para la Inclusión y los Derechos
Sociales del Ministerio del Trabajo y de la Política Social de
Italia (Milani, Serbati, Lus, 2011, 2013); la experiencia canadiense es AIDES
(Acción Intersectorial para el Desarrollo de la Infancia y su Seguridad),
impulsado por el Gobierno canadiense (Léveillé, S. & Chamberland, C., 2010).
Teniendo en cuenta
el papel de las competencias parentales en el modelo ecológico- evolutivo de la
familia, se tendría que favorecer la reflexión de padres y de lmadres en los
tres niveles (Chamberland, Clément, Lacharité, Bouchard, 2012):
-
Necesidades de los niños: ¿Mi hijo se está
desarrollando correctamente? Salud, educación, desarrollo, identidad,
relaciones, autonomía, autoestima...
-
Competencias parentales: ¿Cuáles son mis
capacidades y mis dificultades para tener cuidado de mi hijo y educarlo? En sus
necesidades físicas, en su seguridad, en proporcionarle afecto, en estimular
sus aprendizajes, en crear un clima de estabilidad y un entorno estructurado...
-
El contexto de la familia: ¿Qué personas y qué
redes o recursos me pueden ayudar a hacerme cargo de mi hijo? Familia extensa y
amigos, servicios de la comunidad y del barrio, ayudas para la vivienda,
situación laboral...
Igualmente,
los hijos y las hijas, en función de su edad, pueden valorar cuál es su
situación en estos tres niveles: ¿Me siento bien y estoy desarrollándome
correctamente? ¿Qué me aportan mis padres? ¿Me comprenden, me vigilan para que
no me haga daño? ¿Me reconfortan cuando lo necesito...? ¿Y mi entorno? ¿Tenemos
amigos y familia que nos echan una mano, ¿Hago actividades con las personas cercanas
que me permiten disfrutar del tiempo de ocio...?
Pero
la participación de padres e hijos no tiene que quedar solamente en la
evaluación inicial, puesto que el objetivo no es hacer un diagnóstico clínico o
terapéutico, sino favorecer una valoración conjunta para acordar un plan de
trabajo y para desarrollar las acciones necesarias para llegar a la mejora de
las competencias parentales y a la mejora de la situación de los niños y niñas
de las familias. Por lo tanto, una de las claves es la combinación entre la
práctica de intervención y la práctica de la evaluación, de forma que los
implicados se convierten en protagonistas del proceso de evaluación de sus
acciones y aprenden a evaluar su propia eficacia (Milani, Serbati y Lus, 2011,
2013).
Cómo
decíamos al inicio, un camino complejo con nuevos retos profesionales puede
buscar más incorporación de metodologías grupales y un incremento del rol
activo de los protagonistas en las metodologías individualizadas. El trabajo
con familias en sistema de protección de la infancia que incorpora estas
metodologías nos permite avanzar en el trabajo de las competencias parentales;
de este modo hacemos que el centro de nuestra intervención sea el niño, pero
nuestro foco de acción profesional son los padres y las madres que necesitan
tener más competencias para hacerse cargo de la cura, la educación y el aprecio
de sus hijos.
Recursos de interés
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Guerra, M.; Martín, J.C.; Mateos, A. i Pastor, C. Aprendrejunts, crèixer en
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Hidalgo García, M.V.; Menéndez Álvarez-Dardet, S.; López Verdugo,
I.; Sánchez Hidalgo,J.;Lorence Lara, B. i Jiménez García, L. Programa de
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