¿Adoptados trastornados?
Jesús Palacios, Antonio Molina Facio y Mariano
Hernán García
Publicado en El Huffington Post, blog, el 29/08/2015
Imagen de la publicación original |
La adopción es una de esas realidades que se presta
fácilmente a análisis superficiales y morbosos. Dos textos periodísticos
recientes coinciden en dar de las personas adoptadas una imagen casi
inevitablemente patológica. Los perjudicados son chicos y chicas que necesitan
ser adoptados y a los que titulares llamativos no deberían despojar de la
esperanza en una vida mejor en sus familias adoptivas.
Entre adopciones nacionales e internacionales, unos 70.000
chicos y chicas han llegado a sus nuevas familias españolas en los últimos
quince años. La adopción internacional tuvo un gran auge hasta 2004, cuando
cambios en las políticas de los países de origen hicieron bajar las cifras
drásticamente en todo Occidente. La disminución de estas adopciones empezó, pues,
unos cinco años antes de la llegada de la crisis económica.
La conexión entre reducción de adopciones y crisis económica
es sólo uno de los errores del reportaje publicado en El País bajo el
título El recuerdo del orfanato aún angustia a Carla. Pero es el
error menos importante, siendo el más grave la equivocada estigmatización que
se hace de la adopción, atribuyendo trastornos psicológicos a "gran parte
de los niños adoptados en el extranjero". Además, en la noticia se les
adelanta la adolescencia a los 9-10 años, y raro es el que se libra de la
hiperactividad. Para darle énfasis, se recurre a dos casos clínicos
absolutamente extremos tratados en una unidad de psiquiatría infantil en
Valencia.
Unos días después, El Mundo publicaba otro
reportaje titulado Soy adoptado y empecé a drogarme a los 11 años. La frase
inicial era: "Fernando tiene la droga grabada en los genes". Una de
las bases de la noticia eran los datos de una investigación que, según el
periódico, mostraba la influencia de los genes sobre el consumo de drogas. En
realidad, los datos de la investigación no permitían llegar a una conclusión
tan simple, pero el titular seguramente importaba mucho más que la precisión.
Las dos noticias referidas muestran la facilidad con que
adopción y psicopatología pueden unirse para dar una visión en buena parte
deformada de la realidad. Que una chica adoptada sea sana y feliz (lo cual no
implica que en su vida no haya ningún problema) no es noticia. Un chico que
llegó a su nueva familia con serias dificultades y que luego ha ido superando
buena parte de sus retrasos y problemas, alcanzando buenos niveles de
bienestar, no se presta a un buen titular, que es más fácil de lograr
identificando adopción y graves problemas.
Aunque la variabilidad de unos casos a otros es enorme, en
general no hay adopción sin adversidad previa. De hecho, la
adopción es la medida de protección infantil más radical de las previstas en las
leyes, y las medidas más radicales son las que se utilizan con los casos más
graves. Se trata, en efecto, de niñas y niños que en sus primeros meses o años
de vida sufrieron situaciones de abandono, negligencia, maltrato e
institucionalización. Experiencias que no pasan en balde sobre el desarrollo
infantil, por lo que al llegar a sus nuevas familias son muchos los que
presentan problemas en su desarrollo físico, intelectual y emocional.
Tras su adopción, son mayoría los chicos y chicas que logran
una muy notable recuperación de los problemas con que llegaron. Las y los
adoptados no son un saco de problemas, ni es correcto referirse a ellos
genéricamente como afectados por trastornos intelectuales o emocionales.
Gracias a su enorme potencial de cambio, a la dedicación de sus madres y
padres, a veces a la buena ayuda profesional y al apoyo de instituciones y
organizaciones, la gran mayoría sale adelante de forma positiva, son felices y
hacen felices a otras personas. Otro muy diferente hubiera sido su devenir de
haber permanecido en las familias en que nacieron o en los orfanatos de los que
la mayor parte procede.
Es tan cierto como comprensible que el porcentaje de los que
presentan algún problema es mayor que el de quienes no sufrieron ninguna
adversidad temprana. Más frecuentes al principio, esos problemas se van
reduciendo después. Por ejemplo, en el grupo de chicos y chicas adoptados en
Rusia a los que se viene estudiando en la Universidad de Sevilla, el
40% con trastornos de apego a su llegada se había reducido al 10% después de
tres años con su familia adoptiva. Siete años después de su llegada, algunos síntomas
de inseguridad emocional tienen aún mayor presencia que en el grupo de
comparación sin adversidad temprana, pero las diferencias entre los dos grupos
se van reduciendo.
No quiere decir que no existan problemas, sino que para la
gran mayoría no tienen una dimensión psicopatológica.
En esa misma investigación, la evaluación neuropsicológica
muestra que, al inicio de la adolescencia, sólo el 6% presenta muy serios
problemas a la vez en atención y en control de impulsos. Pero, como en otras
investigaciones, también en ésta el 30% pueden calificarse como hiperactivos,
frente a una incidencia del 13% en el grupo de chicos y chicas no adoptados.
Por tanto, aunque es verdad que la hiperactividad afecta al doble de adoptados
que de no adoptados, también lo es que la gran mayoría (el 70% de ese estudio)
no tiene ese problema. Conviene recordar, además, que las adopciones en Rusia
implican sobre todo a varones, que (adoptados o no) presentan más problemas de
hiperactividad que las niñas. Las adopciones en países con adopción femenina
predominante alcanzan cifras mucho más bajas de hiperactividad.
La adopción es una medida de protección infantil muy eficaz
que suele cambiar radical y positivamente la vida de quienes adoptan y de
quienes son adoptados. Aunque son mayoría las y los adoptados que superan en
todo o en buena parte sus serias limitaciones iniciales, un porcentaje
claramente más pequeño sigue luego haciendo frente a problemas y dificultades
de distinto tipo y gravedad, aunque los casos más graves (los que acuden a
unidades de psiquiatría o a centros para el tratamiento de adicciones) son
claramente minoritarios. En torno a datos de investigación mal entendidos o a
los casos más graves de entre los más graves, es fácil construir relatos
periodísticos tan llamativos como equivocados e injustos. Los chicos y chicas
que esperan ser adoptados serán los más perjudicados por esa visión deformada
según la cual ni sus genes ni su historia previa dejan lugar para la esperanza.
Algo que tantos adoptados y adoptadas, tantos adoptantes y tantos datos de
investigación pueden desmentir, aunque difícilmente consigan titulares
llamativos.