martes, 22 de enero de 2013

ARTICULO


Abusadores sexuales jóvenes. Víctimas o victimarios

R. Teubal

ASAPMI (Asociación Argentina de Prevención del Maltrato Infanto-Juvenil)

INTRODUCCIÓN
El presente trabajo es el resultado de una investigación bibliográfica acerca de un tema que en nuestra sociedad no ha cobrado mucha visibilidad, pero que es objeto de intensa preocupación, de investigación y de tratamiento en otras sociedades: el de los abusadores sexuales jóvenes, o agresores sexuales jóvenes. Referido a este tema, escuchamos en nuestro medio, situaciones individuales y noticias periodísticas que transmiten la impresión que las agresiones sexuales perpetrados por jóvenes son eventos excepcionales. No se presentan como hechos con cierta cotidianeidad, y que se dan frecuentemente en las relaciones familiares. 

Por otra parte, la mirada tiende a estar más puesta en la víctima. Este parece haber sido el recorrido general tanto en nuestro país como en otras sociedades, en materia de violencia interpersonal en el ámbito familiar: se destinan más recursos a las víctimas de violencia física, emocional y sexual, que a los agresores. En el caso de los abusadores sexuales jóvenes, hay razones culturales y sociales por los cuales este tema es sumamente difícil de abordar, y especialmente para muchos profesionales y académicos donde en su ética predomina la visión y preocupación hacia el adolescente en situación de desamparo y victimizado en múltiples formas por la sociedad.. Al respecto, el presente trabajo reflexionará sobre esta cuestión: es el joven agresor sexual víctima o victimario?

Otro motivo que hace difícil el abordaje de este tema se relaciona con el horror que este fenómeno despierta, tanto a nivel individual como colectivo, por la evocación de lo siniestro que irrumpe cuando se trata de las violencias sexuales intrafamiliares o entre jóvenes conocidos. Emergencia de lo siniestro como reaparición de lo que en un momento fue “familiar,” “íntimo”, y que fue reprimido, considerándose ya superado y que ha quedado atrás como un período y una forma más arcaica del psiquismo.(Quiroga 1986) 
Summit, menciona que es la sociedad en su conjunto y no solo la víctima, la que puede llegar a realizar esfuerzos activos para tapar estos hechos y relata diversos ejemplos donde comunidades enteras reaccionaron con una alucinación negativa compartida en referencia a indudables hechos de abuso sexual infantil.

Asimismo, cualquiera que se proponga promover por ejemplo, la revelación no deseada de una familia incestuosa, o de un asalto sexual intrafamiliar, puede transformarse en un blanco a ser censurado; el sector adulto de la sociedad niega el abuso sexual infantil, no a pesar de la existencia de sospechas, sino porque las mismas existen, se evidencian.(Summit, R.1988 ).

No solo la sociedad como conjunto, sino también el sector profesional del mismo que entra en contacto con la vida familiar desde sus diferentes formas de intervención, aún hoy tiene dificultades para aceptar la existencia del abuso sexual infantil, y más aún el abuso incestuoso (Giberti 1998, y otros). Con mucha más razón, tendrá dificultades para aceptar la existencia de jóvenes y hasta niños, que abusan sexualmente de personas aún más jóvenes.

Y por último, nos encontramos con las dificultades de la legislación vigente y la estructura y funcionamiento de los diversos servicios sociales y jurídicos, que no siempre contemplan adecuadamente las necesidades psicológicas y evolutivas de los niños y jóvenes. 

DIMENSIÓN DEL PROBLEMA
Según Barbaree, Hudson y Seto, la agresión sexual es reconocida en la sociedad occidental moderna como uno de los problemas más serios, igualándose a los problemas del crimen no sexual, la pobreza, el daño ambiental y el abuso de substancias. (Barbaree y colab. 1993, pag. 1). A partir del reconocimiento del problema, ha sido importantísimo el número de centros asistenciales creados, de implementación de programas preventivos, y de difusión del conocimiento acerca del tema. La severidad del problema de la agresión sexual se relaciona con el número significativo de víctimas que ocurren, y por el severo daño ocasionado a las mismas.. En un sondeo nacional realizado en USA, de 6.159 personas que tenían entre 18 y 20 años, (el 26% de la población total del país en ese grupo etario), la mitad de las mujeres informó haber sufrido alguna forma de victimización sexual desde los catorce años. En el mismo estudio, un cuarto de los hombres reconoció haber estado involucrado en alguna forma de agresión sexual.

En referencia al tema de este trabajo, hay una paulatina toma de conciencia que una proporción importante de los abusos sexuales infantiles los perpetran adolescentes. Serían entre un 20-50 % de los abusos sexuales según diversas investigaciones. También se sabe que muchos abusadores sexuales adultos iniciaron su conducta sexual abusadora en la adolescencia. De ahí la importancia de tomar en cuenta este tema, aún si en nuestro medio, no ha aún cobrado mucha visibilidad.

Se estima que por diversas razones, el subregistro en estos países anglosajones es muy importante. Los motivos son varios, y fácilmente pueden ser pensables para nuestro medio. Por un lado, conocemos las razones por las cuales las víctimas no revelan el abuso. Además, cuando se trata de abusadores niños o adolescentes muy jóvenes, se tratará de evitar denuncias. En general hay una tendencia a evitar el ingreso al circuito judicial.

Se estima en Inglaterra que no se denuncian el 80% de los actos de violación y abuso deshonesto. (Home Office).

Los hallazgos hablan de una progresión que va de conductas abusivas menos graves, a mas graves. 

La información sobre este tema proviene de dos enfoques principales: desde la visión de la minoridad delictiva, o sea una visión judicial, o desde el punto de mira de menores y familias con problemas. El presente trabajo recurrió a ambos tipos de fuentes. Cuando la fuente es mas jurídica, hablará de crímenes sexuales; cuando mas orientado a la terminología habitual utilizada en violencia familiar, se utilizará el término abuso sexual.

Hace 20 años, las conductas abusivas juveniles eran consideradas “tonterías de varones”, “cosas de los muchachos”, y se descontaba e ignoraba la severidad del daño que ocasionaban, a pesar de que los contados trabajos publicados en esa época ya alertaron sobre la importancia de los jóvenes en la perpetración de agresiones sexuales. (Finklehor 1979, D; Barabee y colab.1993)

Estas conductas no eran consideradas agresivas o abusivas, sino meros actos de experimentación adolescente; y por tanto, inocentes. Se decía que el abuso sexual a menores era el efecto del desarrollo normal de la agresividad adolescente; o el resultado de su lugar marginal en la sociedad, y de las consecuentes restricciones sociales para expresarse sexualmente. Tampoco se consideraba a la ofensa sexual por parte de jóvenes como una cuestión con entidad propia, sino como el emergente de un problema mas amplio, como podrían ser los delitos juveniles, el abuso de drogas, o los trastornos de conducta. Por lo tanto, la agresión sexual de un joven a otro menor quedaba considerado como un hecho menos criminal.

Algunos autores señalan como factor invisibilizante adicional, la falta de consenso y el desconocimiento acerca de los aspectos sociales y psicologicos del desarrollo sexual normal del adolescente. (Barbaree, Hudson y Seto). En este sentido, C. Vizard es muy crítica de los estudios realizados sobre los agresores sexuales jóvenes, ya que mayormente se fundamentan en los saberes producidos acerca de los agresores sexuales adultos, y no toman en consideración los aspectos evolutivos emocionales, físicos y sociales del adolescente. (Vizard 1993, p. 1) La valoración de los mismos varía con los tiempos, las familias, y las opiniones de los estudiosos en el tema. 

Un último factor que minimizaba la conducta del joven perpetrador era que en gran parte de los casos, la víctima y el perpetrador eran de la misma familia, lo cual complicaba la situación e impedía considerar la cuestión del victimario en su dimensión adecuada. 

Esta noción se corrobora a partir de mi interés en este tema, y las indagaciones realizadas a colegas y otros profesionales de juzgados, asesorías de menores y hospitales. La información obtenida por medios informales, muestra que si bien hay un importante incremento de las denuncias o pedidos de asistencia referidos a situaciones de abuso sexual infantil, se denuncian muy pocos casos de abuso sexual infligido por un joven. Los pocos casos que sí llegan a la institución pública, con cierta frecuencia, tienen como motivación otro fin: el de entregar en adopción al bebé por nacer, surgido de una violación incestuosa con un adolescente. Según los relatos de mis colegas, la familia procura mantener silenciado el hecho, y en ocasiones, es negado por varios de sus integrantes.

Esta información de alguna manera hablaría de un posible proceso similar en nuestro medio, donde todavía se mantendría oculto esta forma de violencia sexual. Retomando el tema de los mitos, otra noción frecuente es que el perpetrador rara vez repite su ofensa, lo cual ya se sabe hoy que no es así. 

ABRIENDO INTERROGANTES EN LA BUSQUEDA DE DEFINICIONES
En los intentos y la necesidad de desarrollar parámetros propios y específicos para comprender e intervenir con adolescentes y niños, aparecen una serie de interrogantes y dudas: 

1. De hecho, aún se utilizan términos como abusador, que provienen de la denominación para el adulto abusador. ¿Podemos pensar en un joven de 13 y llamarlo abusador?¿ No lo estigmatizamos? Un documento sugiere buscar otros términos más adecuados, como “Joven proactivo sexualmente”, por ejemplo, pero considera que también se podría caer en la rotulación, y caer en lateralizar o trivializar la conducta abusiva, y no concederle la protección necesaria.

2. El abusador sexual joven, ¿es victima, o es victimario? ¿O es ambas cosas a la vez?

3. Finalmente, ¿se tiene tan claro que sería una conducta sexual normal para esta edad y que no lo sería? 

4. Similarmente, ¿cuando habría consentimiento informado en estos casos? o ¿sería siempre una conducta abusiva? 

En el abuso sexual infantil perpetrado por un adulto, no hay dudas acerca de su responsabilidad y de sus acciones. Pero, cuando nos acercamos a jóvenes adolescentes, y a medida que disminuimos su edad, nos enfrentamos con cuestiones atinentes a la determinación de responsabilidades, a las motivaciones, y la comprensión. ¿A qué edad es responsable? ¿Cómo determinamos la responsabilidad? Es obvio que hay diferencias cuando se trata de un adolescente de 15 años, un niño de 4 o un adulto de 40, todos abusando a un niño. 

En otras palabras, ante el caso de abusadores sexuales menores de edad, es difícil definirlos, comprenderlos, e intervenir profesionalmente, y desde los marcos institucionales y legales. No es fácil definir como debemos considerarlos: desde ya como víctimas y victimimarios a la vez. Por un lado, es un joven que evidencia una conducta sexual inadecuada, que sufre; su conducta es el resultado de una trayectoria vincular individual y social muy dolorosa, y que merece toda la comprensión y las consideraciones referidas a menores traumatizados, y emocionalmente carentes.  Pero por el otro, ha dañado muy profundamente a otro menor, y es necesario tomar medidas para la protección de otras víctimas, (sin caer en la psicosis). Esta mirada no es siempre fácil de integrar, por los factores contratransferenciales que pueden jugar en los integrantes del equipo, como también por la adscripción a una de las dos lógicas, la jurídica con sus normas y respuestas institucionales y la psicosocial-familiar, en el análisis del problema. 

Otro factor que hace difícil la definición del abuso sexual perpetrado por adolescentes se debe a que entran a jugar los criterios o las expectativas de cada sociedad en lo referente a la conducta sexual normal del adolescente. Los intentos de definición se hallan continuamente jaqueados por la delimitación arbitraria de puntos salientes en el continum del desarrollo humano y de la conducta, en el cual atribuimos diferentes niveles de responsabilidad, comprensión, procesos cognitivos y motivaciones. (Vizard y otros 1995).
Por otra parte, es importante tener en cuenta que pueden haber jóvenes con una conducta sexualizada que no abusan a otros.

EJES PARA APROXIMARSE A UNA CONCEPTUALIZACIÓN
Algunos de los ejes siguen los lineamientos empleados para adultos. Algunos autores cuestionan el empleo del criterio de la diferencia de edad de 5 años, tradicionalmente acordada para considerar una situación de abuso sexual, y la reducen a una diferencia de dos años. Esto tiene mas sentido cuando disminuye la edad del abusador. 

Vizard en acuerdo con Becker considera que uno de los siguientes tres elementos tiene que estar presente, para considerarse abuso entre un joven y otro más joven: 

1) Coerción o uso de la fuerza.

2) Interacciones sexualizadas inapropiadas para la edad.

3) Parejas que no son pares en edad. 

En todos el factor de coercion es esencial para la determinación del abuso.
Aún estas condiciones tienen en si sus interrogantes: ¿Que es “coerción”. ¿A qué edad, habría un “consentimiento informado”, y ¿qué diferencia de edad tendría que haber con el abusador? ¿Cómo se define una “interaccion inapropiada” para la edad”?, etc

Según E. Vizard, además de la confusión que tienen los profesionales acerca de estos jóvenes, también es frecuente la confusión en el joven abusador quien puede tener sentimientos mixtos y ambivalentes acerca de lo sucedido. 

En lo referente a la confusión de los profesionales, es plausible pensar que si ya encuentran que es difícil explicar a niñas abusadas por adultos que no fueron responsables de la victimización; que hay una ïnhabilidad para protegerse en virtud de la autoridad y diferencia de edad,; que no hubo un consentimiento informado aún si aparecieron sensaciones placenteras, esto se hace mucho mas difícil cuando se trata de un abusador adolescente casi par en edad.

Referido a la confusión del abusador, Vizard considera que aún si ambos jóvenes tienen edades similares, tiene que quedar claro que se ha cometido un abuso; sino, puede ocurrir que la victimización no ha sido reconocida, y puede ser borrada; el victimario queda liberado y validado para continuar con futuros abusos. Y la víctima no es reconocida en su victimización.

CARACTERÍSTICAS DE LOS PERPETRADORES
Los estudios descriptivos sobre los ASJ arrojan que son un grupo heterogéneo, mayormente compuesto de varones, que no reconoce distinciones socioeconómicos ni étnicos (J Becker 1990). No obstante, hay una proporción de abusadoras jóvenes que son mujeres. (E. Vizard y otros 1993).

La heterogeneidad de los Abusadores sexuales jóvenes SJ es por lo menos igual a la de los abusadores sexuales adultos, y como ya se ha mencionado, una porción significativa de los adultos violadores y abusadores sexuales de niños han ejercido sus prácticas coercitivas cuando eran jóvenes. (Knight, R.; Prentky, R.1993).

Son múltiples los estudios que intentan comprender la etiología de la conducta sexualmente abusadora de parte de jóvenes. Asimismo, es difícil aún arribar a conclusiones certeras acerca de una tipología o taxonomía. Con seguridad, la conducía sexualmente abusiva del adolescente es explicable desde la multicausalidad, en donde entran a jugar factores de su historia, y su personalidad, como también factores asociados a las características de la víctima y su medioambiente. (Vizard, Monck, Misch, 1995) 

Según los mismos autores, hay datos que arrojan la suposición de que existe un subtipo de agresores sexuales jóvenes cuya conducta agresora no persiste en la adultez. Sería aquel agresor sexual con una conducta eminentemente exploratoria, también denominado el “experimentador naive”, quien carece de información sexual o de experiencia sexual; suele ser un adolescente joven, y sus agresiones son situacionales, oportunistas, y generalmente no violentos. Sería un tipo sustancialmente diferente al de los agresores que sí continúan con esta conducta en la vida adulta. (Knight , R y Prentky1993).

Las características de este último grupo, serían las siguientes:
1) Frecuentemente, provienen de familias con severos problemas; familias desorganizadas, o padres separados; hay presencia de problemas psiquiátricos, o institucionalización de alguno de sus miembros.

2) Presentan una larga historia de maltrato físico, y abandono físico y emocional. Se observa gran discontinuidad en los cuidados psicofísicos de los mismos. A. Bentovim, en su visita a la Argentina en 1996, confirmó este último aspecto. 

3) Frecuentemente, han sido víctimas de abuso sexual infantil. Estas experiencias traumáticas se entrelazan con las otras formas de maltrato infantil arriba mencionadas. 

4) Poseen un sentimiento de ser inadecuados socialmente; son niños muy aislados. Tienen dificultades con la cercanía afectiva, la intimidad. Esta característica se observa principalmente en los no violadores; los jóvenes con conductas violadoras suelen tener características opuestas de sociabilidad y adaptación al medio.

5) Un porcentaje importante muestra un bajo rendimiento intelectual y escolar. 

6) Es frecuente que los padres de los abusadores sexuales jóvenes hayan sufrido también abuso sexual en sus infancias, lo que refuerza la óptica de la transmisión intergeneracional de la violencia intrafamiliar.

A MODO DE CONCLUSIÓN
El tema tratado debe tomarse con cautela, ya que no todo lo que ocurre, ni todo lo que se construye como conocimiento en otras sociedades, tiene que ocurrir en la nuestra. No obstante, la realidad es que nos hemos nutrido enormemente de la producción extranjera, y merece considerarse su valor anticipatorio. Datos informales muestran un aumento de denuncias por abuso sexual infantil, tanto en juzgados como en centros asistenciales. Esto refleja un mayor conocimiento y sensibilidad por parte de la población general que permite realizar las denuncias o los pedidos de ayuda. Por otra parte, hay una mayor capacitación del sector profesional para abordar esta problemática. 

Consecuentemente, sería importante desarrollar una mirada conocedora, comprensiva y detectadora hacia estos jóvenes, sumado al complejo conocimiento acerca de la intervención. Tiene importancia prevenir la instalación de la tendencia a la agresión sexual como “camino de vida” en la adultez.

Asimismo, los tratamientos a jóvenes tienen más éxito que a adultos agresores sexuales. 

Por otra parte, se cortaría en muchos casos, la transmisión intergeneracional de estos agresores. 

Por ello vale la pena conocer el recorrido que realizan y realizaron otras sociedades, tanto para desarrollar una mirada sensible hacia el tema, como para apropiarse “críticamente” del saber producido, tanto para realizar las adecuaciones y rectificaciones necesarias como para no repetir errores, y desarrollar los propios parámetros. Todo ello en consideración al hecho que las medidas tomadas en el presente afectan positivamente el futuro tanto de las victimas como de los victimarios. 

Es casi una obviedad concluir acerca del impacto social positivo que devendría, si se elaborarían tratamientos efectivos a jóvenes . Se reduciría en la sociedad la incidencia de las agresiones sexuales. 


BIBLIOGRAFÍA: 

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Guilford 1993
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