miércoles, 10 de junio de 2020

Escucha y atribución




Historia y presente en adopción, una misma realidad.

Juan Alonso Casalilla Galán, junio 2020



Fuente: Deseo y razón


Cuando intervenimos en adopción y acogimiento, siempre existe un difícil equilibrio entre encuadrar adecuadamente nuestras actuaciones contemplando el pasado del niño y esterilizar las mismas remitiéndonos a una característica general que oculta las claves actuales de lo que ocurre en la relación con los chicos.

Tener como telón de fondo el pasado y la historia del niño es fundamental, pero esta historia se puede presentar de dos formas. Una de ellas produce progreso, nuevas significaciones, otra nos sitúa en una paralización eterna o más bien un eterno retorno de lo idéntico. 

Es habitual en los relatos de los padres que acuden a la consulta y en no pocos profesionales, que cualquier malestar, cualquier problema de conducta, sea explicado en su plenitud por el pasado traumático y de sufrimiento, que a los chicos se les supone, impregnándolo todo. Se erige así la historia en causa casi directa de lo que ocurre en el ahora. Además, a través de esta historia, los que sufren, cuentan y exhiben una identidad. Una identidad basada en un pasado-etiqueta que vela con frecuencia las claves actuales de la relación.  Esa historia “explica” su presente de sufrimiento, deteniéndose en ese momento interrogantes y preguntas sobre el estímulo actual causante de la conducta o el malestar, el cual tiene un peso muy importante en lo que le pasa y habla de la relación que ahora tenemos y que fundará el futuro.

En estos relatos los hechos del pasado se convierten en causa y se apunta a “explicar” en base a los mismos todas las claves de lo actual. Los antecedentes se convierten en señalamiento de causalidades y por esa vía se apunta hacia la adjudicación de responsabilidades por la situación del que sufre, invitando a que se conviertan en juicio y condena.  El confort intelectual que esta operación conlleva es evidente; nos exime de la responsabilidad de pensar qué nos queda por descifrar del aquí y el ahora de la situación planteada, sin embargo, nos condena a repetir y repetir hasta el infinito.

Esa posición, muchas veces nos conduce a creer que detrás de la forma en la que el niño se expresa, en la escena que nos compromete en el “ahora” no hay nada, no hay una verdad a descifrar. Remitiéndonos a ese pasado-etiqueta, se da una explicación que no explica nada, que no modifica nada, que no compromete a nada. Es una respuesta que fracasa.

Cuando tenemos que responder a las demandas de situaciones singulares, sólo las claves de la relación actual pueden darnos las llaves de cómo actuar. Ubicar todo lo que nos produce malestar en la relación o lo que no entendemos en un pasado deficitario y/o traumático no es siempre acertado, casi nunca lo es del todo...aunque sin duda produce un ese confort intelectual del que hablábamos más arriba.

Debemos tener siempre en cuenta que los momentos críticos que aparecen a lo largo del trabajo con los menores y sus familias suelen estar motivados por “algo de la realidad presente” que impacta en alguno de los sujetos implicados (no siempre el niño) y que pide una nueva construcción que dé cuenta de lo que pasa.

Pongamos un ejemplo, hace unos años una madre, en el transcurso de un seguimiento me comentó que su hija adoptiva, la cual no llegaba a los siete años, cuando estaban esperando para ser recogida del colegio hizo una crisis de angustia importante, se puso muy nerviosa y empieza a temer que sus padres no fueran a recogerla nunca, que la dejarán ahí para siempre. Aunque el retraso desde el punto de vista cronológico no fue ni mucho menos importante, desde el punto de vista del acontecimiento subjetivo, supuso un impacto que reavivó huellas pasadas, huellas de memoria que muy probablemente no tuvieran un relato ni una escena, sólo el fondo de angustia.

Algunos adultos, tras el incidente, se apresuraron a explicar el hecho por los traumas sufridos, ubicando doctamente la causa en un pretérito, donde esa escena ya ocurrió. Se transmitió información, de nuevo, a la pequeña de su pasado, de su actualidad, intentando tranquilizarla. Sin embargo, eso no contribuyó a que la pequeña elaborara el miedo a ser abandonada en la escuela. 

La angustia aparecía ante el mínimo retraso.

Fue cuando se abordó ese ahora, esa espera que se vivía como eterna. Cuando se escuchó ese instante subjetivo al que hay que dejar hablar a través de las palabras del niño, cuando empezaron a desaparecer los miedos, en el contexto de las relaciones actuales.

Así, a nosotros nos corresponde escuchar, interrogar y tener paciencia. Solo explorando que sintió en ese momento, que pensó, puede surgir en la relación actual una re-significación “sanadora”. Es una escena inaugural de construcción de vínculo con sus padres…remitirnos y quedarnos en un pretérito desconocido y genérico no sirve de nada, es el abordaje actual en el contexto de los vínculos actuales lo que hace relación, resignifica escenas pasadas y sienta las bases de la nueva vida.


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