Juan Alonso Casalilla Galán, 2017
“No es el sufrimiento en sí mismo
el que hace madurar al hombre, es el hombre el que da sentido al sufrimiento.”
Viktor Frankl
Viktor Frankl
Qué ocurre
cuando se producen rupturas, separaciones que por cualquier circunstancia
impiden que permanezcamos en la familia en la cual nacimos. Esta pregunta que
toda persona que ha pasado por una medida de protección se hace, es una
pregunta que debe ser contestada y construida por ella misma. Las
personas que han pasado por esta circunstancia necesitan tener un relato, una
historia que de sentido a este suceso excepcional. Consiste en
construir una historia, un relato que dé sentido a la existencia pasada y
presente, un porqué coherente que articule y explique esa situación tan
excepcional que le ha tocado vivir. Debemos tener en cuenta que llega un
momento en que no es suficiente con la historia que nosotros le damos.
Muchos
chicos llegan a la adolescencia con ideas muy vagas sobre el motivo por el cual
no viven con su familia de origen, en su cabeza sólo cuentan con un
“titular” del tipo no me pudieron cuidar, no contaban con recursos
económicos...En fin, informaciones muy generales y confusas que alientan en
ellos las fantasías de rapto, robo y de una actuación arbitraria e injusta por
parte de las administraciones que participaron en construir su destino. Son, en
muchas ocasiones informaciones tan parciales y escasas que no le sirven para
dar cuenta de por qué no ha podido crecer y criarse con la familia de la cual
procede biológicamente.
Por otra
parte debemos tener en cuenta que llega un momento de la vida en que no nos
sirve la historia que nos es dada y debemos construir y conquistar nuestra
propia historia.
En este
sentido es bueno que los chicos llegada la adolescencia puedan tener acceso a
las informaciones que sustentaron las actuaciones protectoras. Esto les
permitirá tener los materiales con los que construir su historia, una obra
de la que realmente pueda apropiarse. El acceso a la historia de uno, permite
al chico singularizarse, construir una identidad realmente propia.
Recordemos
que en muchas ocasiones los niños y los adolescentes sólo cuenta con la
información que los padres y cuidadores han transmitido (información necesaria,
pero no suficiente) y con un saber general que existe sobre la adopción y el
acogimiento (conocimiento que desde la ciencia se ha construido y
que muchas veces hace imposible pensar una existencia feliz después del paso
por determinadas circunstancias) saber que, por ser general, no le concierne a
nadie en particular.
Es en este
punto donde nos tenemos que preguntar por el qué sucede con los relatos que dan
forma a esta historia y cómo se construyen estos cuando incluyen estas
separaciones. Qué representaciones recibe el niño de las personas de las cuales
se esperaba que asumieran sus cuidados. Qué representaciones se le brindan
respecto a las rupturas con su familia y qué influencia tienen sobre estas
cuestiones el imaginario social que circula en relación a la infancia
protegida. A veces las etiquetas que parece que vienen en nuestra ayuda, pues
nos proporcionar cierta tranquilidad, nos privan de acceder a la verdad
concreta que se está jugando en la actualidad.
Nuestra
tarea como padres consistirá en acompañar esta construcción. Pero
cómo podemos dar calidad a este acompañamiento y con qué dificultades nos
encontramos.
En primer
lugar debemos tener claro que no se trata en último términos de aportar
desde nuestro saber una historia oficial ni un saber científico, si no de
escuchar en el chico cuáles son sus preocupaciones y dudas en torno al
porqué. Nuestro silencio será muchas veces su mejor guía.
En segundo
lugar debemos tener claro que en este tema también entrará en juego
nuestro deseo. No sólo porqué se le separó de su familia o ésta no pudo hacerse
cargo de él, si no porqué nosotros le incorporamos a la nuestra. Nuestra
historia entra en escena.
Solo dando
sentido a los sucesos vividos, las personas podrán acceder a una auténtica
libertad.