Beatriz Salzberg
Directora del Área psicosocial de Créixer Junts
Barcelona, 2 de junio de 2015
Llevo tiempo viendo
artículos en prensa o televisión sobre niños adoptados, con los que pocas veces
coincido con el enfoque o sus conclusiones. Los puntos de vista más mesurados,
ponderados y abiertos han sido minoritarios. Es por ello que me he decidido a
relatar nuestra experiencia trabajando con familias adoptivas en preparación y
Post-adopción.
Pocas veces se
escribe sobre la superación de sus traumas primarios y el papel de las familias
como agentes reparadores. Por eso me he decidido a transmitir, lo que en
nuestra experiencia, es una visión más próxima a la realidad de los niños
adoptados. También se usa comúnmente la coletilla de la “mochila de los niños”,
transmitiendo con ello la idea de que en ella portan problemas médicos y
psicológicos muy serios y difíciles de superar, atribuyendo a esta mochila la
totalidad de las dificultades que pueden aparecer en un niño adoptado. Por el
contrario, una concepción más amplia, entiende que todo niño que entra en
adopción, se encuentra con una familia. En el logro de esa confluencia se
hallan tanto las capacidades parentales, como las secuelas de los traumas
físicos y psíquicos tempranos de los niños. De modo que, a la “mochila
de los niños”habría que agregar las “mochilas de los padres” porque también
ellas pueden impedir una buena adopción. Sin embargo, en general, en la
difusión periodística y por parte de no pocos profesionales, se alude casi en
exclusiva a “la mochila de los niños”.
A todo ello,
últimamente se agrega que los menores procedentes de los países del “Este de
Europa” traen SAF (¿Todos?), aunque la realidad de nuestro entorno de niños
adoptados muestra una variabilidad y unos logros escolares, sociales, musicales
y deportivos que desmienten una información tan generalizada y pesimista. Al
SAF de inicio se le agrega el TDAH. Este último diagnóstico está por cierto muy
cuestionado por una amplia mayoría de profesionales de la salud mental de
nuestro país, del entorno europeo y de América, por lo que tendremos que
reflexionar sobre esta aparente relación de causa efecto que se ha establecido
entre SAF y TDAH. Por otra parte, la Generalitat de Cataluña señaló también que hay
que proceder con todo rigor al análisis y tratamiento de niños con este
diagnóstico. Pareciera que hoy día no hubiera otra patología en la infancia más
allá del discutido TDAH. Esta patología se ha convertido casi en una “epidemia
diagnóstica”, a la que se agregan también cantidad de niños no adoptados. Se
habla de él como si hubiera evidencias neurológicas y fuera incontestable,
cuando el conocimiento científico puede y debe ser cuestionado, superado y de
ningún modo dogmatizado. Además, se prescribe medicación para aminorar sus
efectos, cuyas consecuencias secundarias casi ni se mencionan.
Somos muchos los
profesionales de la salud mental que no estamos a favor demedicalizar a la
infancia de este modo, ni de que se hagan diagnósticos que más que entender al
síntoma como una señal de un trastorno intrapsíquico, un mensaje cifrado que
tiene relación con la vida del niño, en el contexto de su vida
familiar, social y escolar, se trate sólo al síntoma y no se considere su
significado, su sentido de enigma. Es verdad que el SAF está presente en
numerosos niños, no sólo institucionalizados, sino en una mayoría de
aquelloss que proceden de hogares con padres alcohólicos, tanto en nuestro
país como en otros, con distinta incidencia. No quiero discutir este
diagnóstico, sólo su ineludible presencia en los niños que provienen de “países
del este” y su utilización hipertrofiada para explicar todo lo que le sucede a
esos niños: problemas de conducta, aprendizaje, distracción, dificultades de
sociabilidad... El SAF está presente en muchos niños institucionalizados, pero
no en todos. Algunos estudios hablan de que, por ejemplo en Rusia, el porcentaje
de niños de orfanato afectados por SAF es del 30%. De ese 30% no todos son
adoptables, pues no todos los niños de orfanato estén en condiciones de
adoptabilidad.
Como he mencionado
con anterioridad, una segunda tendencia actual es la de relacionar
directamente la
Hiperactividad con el SAF y explicar a través de ellos de
forma última y totalizadora todos los problemas que puedan presentar los niños
adoptados. No queremos quedarnos con una definición tan reduccionista, parcial
y poco matizada de cada niño en particular.
Desde el inicio de
nuestra actividad, entendimos que la salud de los niños era un tema fundamental
a considerar en toda su importancia. En todos los casos, aconsejamos a las
familias la visita pediátrica pre-adoptiva. Es por ello que en las distintas
CC.AA. con las que trabajamos contamos con la colaboración de médicos pediatras
que nos asesoran y que están especializados en la atención de niños adoptados.
Justamente lo hacemos para que cada familia tenga la mayor información y pueda
decidir con más elementos de juicio y con un asesoramiento profesional adecuado.
Nos parece
importante también señalar que tenemos una concepción bio-psico-social de
la salud de los menores institucionalizados y analizamos sus historiales
teniendo en cuenta factores médicos, psicológicos y sociales: embarazos sin
control médico, con poco cuidado por su gestación, que transcurren en muchas
ocasiones con tóxicos, condiciones sociales poco propicias, situaciones en los
niños de mucha carencia que provocan “deprivación emocional”, depresiones,
trastornos psicosomáticos etc. Pequeños que han estado institucionalizados, que
han pasado por dos o tres Casas Cunas, con lazos afectivos muy precarios, que
se rompen, sueltan… por tanto, con separaciones y pérdidas reiteradas en sus
cortas vidas.
Ya desde su creación
la OMS considera
que: “La salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social
y no sólo la ausencia de afecciones o enfermedades”. Preámbulo de la Constitución de la OMS celebrada en NY en 1946.
La consulta
pre-adoptiva permite esclarecer los diagnósticos médicos y evaluar
conjuntamente con nuestro equipo Psico-social el nivel de desarrollo y la
evolución física y mental de los niños que se asignan. Es lo que nos proponemos
en todos los casos, intentar una evaluación psico-física de los niños
institucionalizados.
Sabemos que niños
carenciados, que han sufrido pérdidas tempranas, crecen con una serie de
deficiencias que afectan a su desarrollo físico y psíquico. Los traumas
tempranos generan un descontrol emocional. Nos encontramos con un psiquismo
primario muy atacado por descargas desorganizantes.
En estos años hemos
aprendido también que un mal comienzo de vida no indica necesariamente un
destino funesto. A la capacidad humana de reponerse ante los golpes de la
vida, el Profesor B. Cyrulnik la llama “resiliencia”. Los niños adoptados son
un buen ejemplo de esta capacidad. La historia de muchas personas adoptadas
adultas nos ha permitido comprobar que ha habido gente con infancias llenas de
experiencias traumáticas, abandonos, pérdidas, traumas, trastornos por tanto de
los vínculos, pero que pese a ello, lograron desarrollar y
conquistar una vida creativa y satisfactoria. Uno de ellos, es el propio Dr.
Cyrulnik. Otros, Steve Jobs, Kenizé Mourad, Coco Chanel, el Presidente de la Corte Internacional
de Justicia de Naciones Unidas, Dr. Brueguenthal. Todos ellos supieron
transformar sus traumas en creación artística e intelectual, todos ellos
tuvieron infancias marcadas por el dolor, las guerras, los abandonos o el
maltrato. Por supuesto hay muchos más, pero no son famosos.
Los estudios sobre
la calidad del apego del bebé con la madre, que realizó el Dr. Bowlby, concluyeron
que la calidad de ese apego incide en la maduración y crecimiento del bebé.
Los traumas tempranos afectan al desarrollo físico y psíquico de un niño, por
tanto, los trastornos en la llamada “díada madre-hijo” no favorecen el
crecimiento ni la integración.
La tarea más
importante del embarazo y el primer año de vida es la constitución de un
vínculo de apego seguro que posibilite la comunicación emocional entre el niño
y su madre o figura sustituta. Es también la tarea fundamental a desarrollar
por las madres adoptivas. La comunicación visual, táctil, olfativa y auditiva
genera fusiones empáticas y ello también ocurre con las madres adoptivas. La
madre o la persona que cumple esa función es el amortiguador de las ansiedades
primarias del bebé. También el cerebro se organiza en el contexto del vínculo
con otro cerebro.
Estudios realizados
por el Dr. B. Cyrulnik demostraron que las Tomografías de Cerebro realizadas a
niños de 2 años adoptados en Rumania tenían diferencias muy importantes con los
niños de esa edad criados en familias. En cambio, a los 5 años, luego de vivir
tres con su familia adoptiva, esas diferencias habían disminuido o
desaparecido. Es que la falta de estimulación, los pobres intercambios, no
alientan a las conducciones neuronales que sí habían aumentado con la riqueza
de los nuevos vínculos familiares.
Si la madre no modula bien las ansiedades del
bebé, éste se desorganiza, aumentando los niveles de cortisol. Estos niños
viven entre la alarma y el pánico, ambos desorganizantes. Así llegan también
los niños adoptados, supervivientes del abandono.à
Si en el embarazo predominaron las emociones
positivas tales como la tranquilidad, la alegría, el bienestar… Transmitieron a
su bebé en gestación las endorfinas. Éstas son necesarias para el inicio de una
buena vinculación, imprescindibles y son las que deberán ofrecer los padres
adoptivos.à
Por tanto, cuando la
figura materna o quien cumpla dicha función, marcha adecuadamente, provee al
pequeño de estabilidad emocional y seguridad. Este sentimiento es necesario
para que un bebé se anime a explorar tanto al medio como a sí mismo. Por esa
falta imprescindible para el desarrollo de un bebé, es que los niños
institucionalizados no crecen en las mismas condiciones, ni maduran al mismo
tiempo, que los niños de la familia. La tarea reparatoria de los padres
comienza con el inicio de la relación con su hijo adoptado.
Como no han tenido
una figura materna estable, tampoco constituyeron la constancia de objeto (8º
mes) La consecuencia es su aparente sociabilidad. En apariencia estos niños no
manifiestan ansiedad ante la soledad y la pérdida, ni hacia los desconocidos.
Se han dotado de una capa anestesiante para las emociones, que los defiende al
tiempo que los deja fríos, sin palabras, ante el dolor psíquico. El
establecimiento de relaciones sociales superficiales acompaña al primer tiempo
en familia, en general hasta que empiezan a sentirse seguros de que esos padres
son “para siempre”.
Por todo esto que
venimos describiendo, es que los niños institucionalizados son en su mayoría
excitables, inconstantes, ansiosos, demandantes, defendidos ante los afectos,
inseguros, con retrasos regulatorios, explosivos, irritables y desbordados de
ansiedad. Estos trastornos vinculares de diversa intensidad, van cediendo con
relaciones estables en familia y las más graves con psicoterapias adecuadas.
Cuanto más
importante ha sido la deprivación, más retracción narcisista en el niño
(chupeteo, golpes en la cabeza, rocking, balanceo, tricotilomanía, etc.),
apatía, retardo en el desarrollo, irritabilidad, descontrol de los impulsos,
desborde de ansiedad, retraso en el lenguaje, incapacidad de juego, violencia,
dificultades de aprendizaje.
Los niños que llegan
en adopción han vivido sentimientos extremos que llevan inscriptos en su
cuerpo, en su memoria inconsciente, en el “disco duro”, por decirlo
metafóricamente, en recuerdos sin palabras ni memoria consciente. Forman parte
de sus experiencias traumáticas tempranas que dejaron su marca. Los factores
emocionales causan una serie de trastornos funcionales durante la primera
infancia e inciden la maduración y en la salud.
Por todas estas
razones, nos parece fundamental no patologizar más a esta infancia
carenciada, considerando por ejemplo que lo más importante y exclusivo de
su vida pasó en su embarazo, dejando todos estos factores psicosociales de lado
y olvidando también que la recuperación de ese niño está mediada por la forma
en que la familia lo incluye y educa. Últimamente somos testigos de cómo se
minimizan estos factores psicosociales y se hipertrofian las explicaciones
neurobiológicas que no analizan las circunstancias personales y familiares de
cada niño. El tan sonado diagnóstico de TDAH es un buen ejemplo de ello y su
asociación con el SAF contribuye a dar una explicación reduccionista de la vida
del niño.
Comprobamos en la
práctica diaria que a los niños adoptados, desde su llegada, se les cuelgan
muchas veces diagnósticos-etiqueta, sin que se les dé tiempo a adaptarse,
ni se entienda la desorganización que supone el ajustarse a un medio tan nuevo
y diferente. También sabemos que en muchos diagnósticos psicológicos o médicos
no se los escucha, no se establece un tiempo para crear una relación
de confianza con ellos, tampoco se atiende a su historia y ni siquiera a su
momento actual y se da por descontado que los problemas que presentan son
consecuencia de “condiciones neurobiológicas”. En ese marco teórico no se
trabaja con los niños para que, a través del juego y la palabra, nos puedan
“hablar” de su malestar, de sus temores a un nuevo abandono, al rechazo, de los
sentimientos que experimentan cuando van creciendo y tratan de comprender el
sentido de su vida y el porqué de su abandono y de su adopción y cómo sus
padres los ayudan o no en ese recorrido…
Los trastornos por
traumas tempranos se confunden a veces con otros cuadros psicopatológicos. Se
medica antes de escuchar la palabra del niño y hacer hablar a su juego creativo
y curativo para elaborar sus traumas tempranos. La medicación por sí
misma, no sólo no los resuelve, sino que los cronifica.
Tratemos de entender
la policausalidad de la enfermedad atendiendo a factores constitucionales,
hereditarios y ambientales, incluyendo entre estos últimos, las experiencias
traumáticas.
Hoy día, en que la
biología queda a veces como verdad última y definitiva, se dejan de lado como
irrelevantes otros modos de comprensión y conceptualización del problema que
presentan los niños y su sentido. De este modo, se pierde lo más particular e
íntimo de la experiencia única del sujeto que hace a la peculiaridad de su
psiquismo.
No quisiera terminar
este artículo sin señalar que muchas de estas carencias, de estos desajustes,
de esta inmadurez emocional… se solucionan con la entrada en familia y el
aporte de amor, dedicación y tolerancia a las dificultades de los pequeños que
asumen éstas. Es por eso que la primera y más importante terapéutica para el
desamparo es el cobijo de la familia. El segundo paso será entender el período
de adaptación del hijo adoptado sin colgarle falsas etiquetas ni pretender
normalizar apresuradamente, llevándolo por ejemplo enseguida a la escuela.
Saber desde su
corazón que empieza a crecer para alguien. Es lo que inicia la cicatrización de
las heridas y permite superar poco a poco el duelo por lo perdido, su único
mundo hasta ese momento: sus cuidadoras, sus compañeritos, sus olores, su
comida, su hábitat, su lengua, etc. Es el comienzo de su curación. Luego,
en función de cómo evolucione, se procederá a atender a sus áreas más rezagadas
con una asistencia profesional especializada, para ir gradualmente
resolviéndolas.
El impacto del
trauma temprano en lo físico es lo primero que el niño recupera.
Por lo tanto, en
todo estudio sobre las características de los niños adoptados debieran
analizarse algunas cuestiones medulares a su identidad que dependen de los
padres y de su capacidad de funcionar con competencias parentales adecuadas.
Muchas veces los
niños adoptados repiten patrones negativos aprendidos otrora que ya no son
acordes con el nuevo modelo familiar, pero que fueron incorporados por ellos en
su momento y ahora son disfuncionales. También es frecuente que se sientan
responsable s (los pequeños) de haber sido separados de su familia de origen,
abandonados y que, en lugar de superarlo se dediquen a castigarse y/o castigar
a sus padres en un modo repetitivo y desgarrante (por sentimientos inconscientes
de culpa).
Los traumas de su
historia vital los irán resolviendo si fuera necesario en el marco de una
psicoterapia pero las trampas inconscientes a las que someten a su actual
familia y las respuestas de ésta, reproducirán conflictos ad infinitum si
los padres adoptivos no entienden las razones de lo que allí está ocurriendo y
se enzarzan en discusiones y/o peleas constantes perdiendo el control unos y
otros.
Analizaremos ahora
algunas competencias parentales que son necesarias:
- El papel de
la familia es fundamental como reparador de los menores. La
estabilidad familiar genera seguridad y tranquilidademocional. La
vinculación familiar, la creación de confianza, el establecimiento de normas y
límites claros son factores imprescindibles para una buena
integración de los hijos adoptivos. Las disfunciones vinculares de
los niños que han padecido deprivación afectiva se transforman con el
establecimiento de roles claros y diferenciados de cada uno de los
miembros de la familia. Cuidarlos, darles cariño, evitar la victimización y la
sobreprotección. Ser tolerantes con sus dificultades y confiar en su resolución
progresiva.
- La elaboración
del duelo por la no concepción de ese niño que ha tenido otros padres
biológicos, es una condición previa necesaria y anterior a la llegada del
hijo adoptivo porque redundará en la capacidad parental de afrontar su historia
de vida anterior a la adopción. Desde su propio dolor los padres podrán
acompañar y entender el dolor y los sentimientos encontrados de los hijos. Este
duelo de los padres se sabe si ha sido superado après coup, es decir
a posteriori, por la capacidad de aceptar la historia previa del hijo.
Respeto por el
origen del hijo.
- Mantener su nombre original como signo de su
aceptación y respeto por su historia. El nombre es prácticamente lo
único que trae del país de origen, además de sus vivencias y recuerdos. Es
parte fundamental de su identidad.
- Acompañar a
los hijos en el tema de la elaboración de la historia de vida. Es
imprescindible realizar este trabajo, sin él no pueden los hijosprocesar
adecuadamente su adopción.
- La
escolarización del menor adoptado. Esta es una cuestión especial,
fundamental con los padres adoptivos por su papel fundamental en la prevención
de futuros problemas, tanto a nivel de rendimiento académico, como de desempeño
social. La escolarización próxima a la llegada del niño a la familia es un
factor de riesgo de fracaso en la integración familiar.
- En suma: la
adopción subjetiva de un menor es un proceso mutuo de acoplamiento padres-hijo y
las dificultades que surgen pueden deberse tanto a las características del
niño, como a las dificultades parentales para entender y superar los desafíos
que implican la reparación de un niño dañado por traumas tempranos.
En definitiva,
nuestro objetivo principal es transmitir a los padres la idea de que una
adopción exitosa es aquella donde hijos y padres pueden hablar abiertamente
sobre muchos temas que hacen a una resignificación e integración de su
historia. No se pueden dejar fuera los primeros años de su vida y su
sentimiento de ser diferente o su creencia negativa sobre si mismo,
suponiendo que hizo algo malo y por ello lo han abandonado sus padres
de nacimiento. Tampoco hay que pensar que todo lo que ocurre en
la vida de un niño adoptado, tiene que ver con su condición particular
de entrada en la familia.
El hecho de que
tantos niños adoptados hayan crecido bien en familia y presenten un buen ajuste
personal, nos indica que un buen número de familias adoptantes han entendido la
implicación personal de ellos en la recuperación de sus hijos y los han
aceptado con sus logros y dificultades, como lo hace cualquier padre
responsable y comprometido.