Resfriados
Valentín Escudero Carranza,
Literapeútica, abril 2014
– No tengo ni idea de porque estoy
aquí.
Su actitud era relajada y su
mirada amable, diría que era una mirada curiosa, casi amistosa. Pero era obvio
que no tenía ningún interés en comenzar la terapia. Es más, no creo que supiese
qué podría ser o a qué podría parecerse una terapia en la unidad de terapia
familiar.
– ¿Has venido a la fuerza? – le pregunté.
– No. Me han dicho que tenía que venir y no me ha parecido mal porque al menos salgo un poco del centro. Me ha traído el director, está fuera.
– Si, ya le he saludado.
Se produjo un momento de silencio
en el que nos miramos con cierta inquietud; era obvio que era mi
responsabilidad dar comienzo a la sesión pero por alguna razón me sentía
a gusto así, sin hacer nada. Y la situación no era en absoluto tensa, yo diría
que incluso resultaba un poco divertida.
– ¿Qué quieres que hagamos?– le
pregunto por fin.
– No se, lo que tu quieras. Yo
estoy bien.
– ¿Quieres decir que estas bien aquí ahora…? ¿O que estas bien en general y que por eso no necesitas venir a ninguna consulta como esta?
– Las dos cosas ¿Pueden ser las
dos cosas? –pregunta con con total sinceridad, sin atisbo de ironía.
– Claro. Y me gusta la parte de
que estés bien ahora. Si te parece, ya que se han tomado la molestia de traerte
de tan lejos, podemos probar.
– Vale ¿Qué hay que hacer?– dice en tono animoso.
– Cuéntame lo que te parezca de ti, por ejemplo ¿cuantos años tienes?
– Trece, hago catorce dentro de tres meses.
– ¿Te gustaría contarme porqué estás en un centro de menores? Quiero decir ¿que ha pasado en tu familia para que estés en acogimiento?
– Complicado!– me responde con… Acceder